AUSTRALIA

DIRECCIÓN: Baz Luhrmann
TÍTULO ORIGINAL: Australia (2008)
PAÍS: Estados Unidos, Reino Unido, Australia
GUION: Baz Luhrmann, Stuart Beattie, Ronald Harwood, Richard Flanagan
FOTOGRAFIA: Mandy Walker
MÚSICA: David Hirschfelder
DURACIÓN: 165 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Con aspiraciones de una gran cinta de época, Australia, de Baz Luhrmann, es un filme convencional, sobreproducido y excesivamente largo —cerca de tres horas— para la estéril historia de amor que intenta contar.

Todo exceso en la realización sería disculpable si existiera una línea argumental consistente, pero Australia está claramente partida por tramas y tonos diferentes a los que se suma un discurso sobre integración racial que lejos de añadir al contexto histórico o ayudar a entender la magnitud del vergonzoso episodio que significaron las generaciones robadas de niños aborígenes, es apenas útil para crear escenas sentimentales y ternezas que acompañan el relato.

Políticamente correcto, incapaz de insinuar siquiera que los nativos australianos son humanos —supongo que debido a la deuda histórica con ellos— Luhrmann los convierte en la primera esencia del realismo mágico; los presenta como seres llenos de paciencia, bondad, sabiduría y misticismo, en permanente contacto con la tierra, casi en los mismos términos en que otras películas lo hacen con los pieles rojas o cualquier grupo en turno para ser reivindicado.

Por lo que hace a la historia que da razón de ser a esta producción, Nicole Kidman es una aristócrata inglesa que previo al inicio de la Segunda Guerra Mundial viaja a Australia, donde su marido ha iniciado un prometedor negocio como ganadero. Luego de hallarlo muerto y encontrarse sola en territorio desconocido, decide contratar a un arriero de la región (Hugh Jackman) para cumplir el objetivo de su esposo de llevar mil 500 reses a Darwin, arriesgando su vida y enfrentando a los matones de su inescrupuloso competidor King Carney (Bryan Brown), quien además desea quedarse con sus tierras de Faraway Downs.

Esta suerte de western no da lo suficiente para lo que Australia se propone ser; a la mitad del camino la anécdota está agotada y el director da un giro algo radical. La película que durante cerca de hora y media transcurre incluso entre secuencias de cierta candidez para mostrar amablemente cómo la antipatía mutua entre la chica refinada y el hombre bruto se convierte en una historia de amor, llega a su fin para dar paso a un filme bélico de un tono más afectado, cuya cumbre se encuentra en el bombardeo japonés sobre Darwin, de 1942, que sin embargo remite a la vacía espectacularidad de Pearl Harbor (Michael Bay, 2001).

Luhrmann  busca recuperar el espíritu de las grandes producciones de la época de oro de Hollywood, pero consigue sólo una parte. Australia es un derroche visual, pero carece del alma de los grandes romances cinematográficos o del sacrificio de las grandes épicas. Más que nada, carece de consistencia; si bien su inicio parece ser el de un cuento —narrado por el pequeño aborigen Nullah, interpretado por Brandon Walters—, una pequeña fantasía con referencias a El Mago de Oz y trazos de una inocente comedia romántica de opuestos, la segunda mitad se torna demasiado seria y melodramática. Lo grave es que en ninguno de sus dos tramos Australia se acerca a ser una gran película.

 
 
 
 
 
  

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