ARRÁNCAME LA VIDA

DIRECCIÓN: Roberto Sneider
TÍTULO ORIGINAL: Arráncame la vida (2008)
PAÍS: México
GUION: Roberto Sneider; basado en la novela de Ángeles Mastreta
FOTOGRAFIA: Javier Aguirresarobe
MÚSICA: Leo Heiblum, Jacobo Lieberman
DURACIÓN: 107 minutos

 
 
 
 
   
 
 

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Adaptación de la novela homónima de Ángeles Mastretta sobre los años definitivos en la carrera política de Maximino Ávila Camacho, Arráncame la vida, de Roberto Sneider, pone en el centro a una irrelevante protagonista femenina que hace desbarrancar una historia de mayor calado en un melodrama pequeño, en el que la alcoba —qué sorpresa— es el único espacio en el que caben una o dos audacias.

Andrés Ascensio (Daniel Giménez Cacho) es el general revolucionario que al fin del México caudillista intenta no sólo incorporarse a las nuevas instituciones, sino tomar su parte en el reparto del país. Lo mismo arrebata tierras y toma a la mujer que le gusta, que asesina a enemigos políticos para asegurarse la gubernatura de Puebla.

Catalina (Ana Claudia Talancón) es una adolescente a la que Ascencio impresiona fácil y rápidamente. Se casa con ella porque quiere casarse con ella, pero ni la ama ni es su única mujer. A pesar de que no sea más que una esposa-objeto, la narrativa de Mastretta y Sneider la redimen para nosotros, mostrándonos que sin importar que sea considerada un cero a la izquierda, en su mente, ella es libre.

Tan pronto sacrifica su virginidad en la cama de ese arquetipo del priismo corrupto y asesino, la muchachita desarrolla albedrío y desafía con impertinencias la voluntad de su dueño-marido. Heroína de cuento rosa (rosa mexicano), Catalina pasa de largo por los cambios sociales y políticos que ocurren frente a sus narices, pese a vivir en la casa de Gobierno y compartir la cama con un aspirante a la Presidencia de la República.

Para esta valiente mujer, salirse del control del general Ascencio significa tener un amante y enamorarse de él. Otra vez, las traiciones al amparo del poder y los pactos de facciones pasan a segundo término; mientras Giménez Cacho juega en grandes ligas de un régimen que se quedó 70 años, su mujer azucara su miserable vida con un director de orquesta (José María de Tavira), que recita convicciones de izquierda en los cafés y en fiestas de sociedad (como perredista con Suburban).

¿Qué hace diferentes a estos dos del cacique al que se supone engañan? Pues nada, que uno entiende que ellos sí tienen sentimientos puros y eso lo salva todo. ¿O no? La cosa es que entre más se extiende este romance, más pide uno que venga Andrés Ascencio a salvar la situación, a meterle una bala en la cabeza al sensible y profundo director de orquesta de Bellas Artes y a demostrar que "es más fácil mover las manos frente a una bola de mariachis, que gobernar a alebrestados y cabrones".

Sneider cumple sobradamente como realizador de un texto que se empeña en hacer el centro de su historia a un puñado de agachones y generar simpatía por ellos. Por eso el Ascencio de Giménez Cacho les pasa por encima; porque su fuego interno es mucho más estimulante y sus venganzas tienen más convicción que todo lo que parece mover al resto.

Arráncame la vida presume de ser la cinta mexicana más cara de la historia, con un presupuesto de 6.5 millones de dólares. Si acaso, la más cara falsificación de la historia de una mujer valiente a la que no podría venirle mejor la frase de desdén que le dedica su esposo: "¿Qué haces ahí pensando, como si pensaras?".

 

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