EL ARO 2

DIRECCIÓN: Hideo Nakata
TÍTULO ORIGINAL: The Ring Two (2005)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: Ehren Kruger, basado en la novela Ringu; de Kôji Suzuki y el guion para la película japonesa del mismo nombre
FOTOGRAFÍA: Gabriel Beristain
MÚSICA: Henning Lohner, Martin Tillman
DURACIÓN: 110 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Francamente no valdría la pena la revisión de El aro 2, si no fuera porque al verla uno debe remitirse forzosamente a la primera parte, dirigida en 2002 por Gore Verbinski, y a su antecedente Ringu (1998), de Hideo Nakata, ya convertida en todo un filme de culto. Y es que la continuación de esta cinta carece de todas las cualidades de la primera. Las diferencias son enormes, pues mientras El aro parece un trabajo inteligente, la secuela se queda en un nivel elemental dentro del género.

Si bien Hideo Nakata fue el director de la versión japonesa original, su trabajo en esta cinta se encuentra muy lejos de una nota sobresaliente. La historia comienza seis meses después de que Rachel Keller (Naomi Watts) y su hijo Aidan (David Dorfman) dejaran atrás su vida para escapar de una cinta de video en la que reside el espíritu perverso de una niña llamada Samara Morgan, quien asesina luego de siete días a todo aquel que ve la grabación.

Sin embargo, en esta ocasión, los ataques de Samara parecen enfocados en Rachel y su hijo, como una extraña venganza contra ambos. A diferencia de la cinta de 2002, los recursos narrativos de este trabajo resultan algo baratos en tanto que tiene que echar mano de un dudoso vínculo psíquico entre Rachel y Aidan para desenredar la trama. Ya no hay señales ocultas dentro de la cinta de video, sino que éste simplemente se proyecta ante los ojos de Rachel, como una revelación sacada de ningún lado, gracias al supuesto vínculo metafísico con su hijo.

Los sobresaltos en la película están construidos de manera artificiosa y se limitan a recursos efectistas más que a estados de tensión lenta y cuidadosamente trabajados, como sucedía con la primera parte. La excesiva aparición de la figura de Samara exhibe además la pobreza del guion y su fantasma parece menos aterrador mientras más se le muestra en pantalla.

Un elemento representativo de la falta de ingenio en las producciones estadounidenses —aunque de origen esta película sea japonesa— es echar mano de los sueños para resolver situaciones inexplicables. o bien, de un enfermo mental que en sus delirios cumple una función profética. El aro 2 no sólo no está exento de esto, sino que además se inventa el cuento de que mientras uno duerme, los muertos no saben lo que uno piensa; previsiblemente, Rachel y su hijo Aidan tienen que encontrarse en ese espacio onírico para acabar con el espectro que los persigue, luego de haber sido aconsejados por una loca interpretada por Sissy Spacek.

Lo curioso es que mientras madre e hijo luchan contra la aparición de Samara, ocurre al menos un crimen que parece no importarle a nadie. Naomi Watts puede gritar desesperada en medio de una calle sin que nadie aparezca, puede abandonar el cadáver y vivir en casa de éste sin que nadie venga a la puerta a hacer una sola pregunta. Llena de inconsistencias, de traiciones a sus propias reglas narrativas, El aro 2 es un trabajo muy menor, lejos de la película original de 2002 en la que se inspira.

 
 
 

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