PSICÓPATA AMERICANO

DIRECCIÓN: Mary Harron
TÍTULO ORIGINAL: American psycho (2000)
PAÍS: Estados Unidos, Canadá
GUION: Mary Harron, Guinevere Turner; basado en la novela homónima de Bret Easton Ellis
FOTOGRAFÍA: Andrzej Sekula
MÚSICA: John Cale
DURACIÓN: 102 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Si la gran cualidad de Bret Easton Ellis al escribir American Psycho radica en presentar a su personaje como un ser desprovisto de todo sentimiento —más allá de la codicia y el desprecio—, Mary Harron tiene la gran cualidad como directora de contar la historia sin permitirse sentir algo por el asesino que retrata.

Psicópata Americano se sitúa al final de la era Reagan, en Estados Unidos, y su protagonista, Patrick Bateman (Christian Bale), trabaja en el cruel mundo de Wall Street, donde la competencia no sólo sucede en el terreno de las cuentas que cada empresa y corredor manejan, sino que además llega a la lucha por las formas, en una escalada absurda en pos de la perfección, en la que una mesa en el restaurante más caro, el traje impecable, un corte de cabello envidiable o ser invitado en la más codiciada fiesta, lo son todo.

La desgracia mayor en esta carrera es que cada individuo termina siendo una copia fiel de aquel con el que compite, volviéndose irreconocibles entre sí.

Bateman se admite como un sujeto sin una sola emoción identificable; sin embargo, ése es su mundo, un ambiente en el que todas las personalidades parecen planas y todas las existencias carecen de sentido porque sus únicas vivencias valiosas tienen lugar bajo los efectos de la cocaína, el Xanax y el Halcion.

La diferencia que este yuppie guarda con el resto del mundo es que esa máscara de cordura que le permite integrarse requiere de sangre para mantenerse. Lejos de los estereotipos, tan recurrentes en el género, el ser repugnante es al mismo tiempo el más pulcro y respetado señor.

No hay un trasfondo psicológico en sus acciones; no hay trastorno alguno. Como él mismo dice, no hay catarsis en el asesinato, en la tortura y la mutilación, ni adquiere un conocimiento más profundo de sí mismo. Simplemente, Bateman juega a ser todopoderoso o quiere serlo, aunque sabe que puede caer.

Pero el filme tiene algo que la novela quizás no transmite del todo. Este psicópata interpretado por Christian Bale tiene un cinismo juguetón que lo vuelve fascinante; su obsesión por la pulcritud y su excesivo cuidado personal son perfectamente creíbles, lo mismo que sus soliloquios sobre Phil Collins, Witney Houston y Huey Lewis & The News, que en todos los casos se vuelven preámbulo de sus ejecuciones.

Es cierto que la parte final de la cinta resulta extraña y ambigua para quienes no conocen la novela; sin embargo, hay secuencias valen por toda la película, como aquella en la que durante una reunión todos exhiben la belleza de sus tarjetas de presentación, ocasionando una irreprimible furia en el protagonista, o su muy logrado diálogo con el detective Donald Kimball, interpretado por Willem Dafoe.

Hay que destacar que si American Psycho fue tachada de tener un discurso abiertamente misógino —lo que entre otras cosas retrasó durante años su rodaje—, su estreno fue una bofetada a la crítica conservadora que tuvo que tragarse el hecho de que una mujer fuera la realizadora y de que además respetara en lo esencial la crudeza y la sevicia de Patrick Bateman.

 
 
 
 
       

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